sábado, 6 de diciembre de 2008

Carta a ninguna parte

Noviembre 1999
Hola cariño:
Te escribo esta carta sin saber a ciencia cierta de qué forma llegará a tus manos. Tal vez sea yo misma, la que te la lea de viva voz y nos riamos juntos. O quizás en el peor de los casos, sea la policía quien te la entregue en un sobre sin dirección y dándote una palmadita en la espalda con ánimo de consolar te diga : “Creo que esto es para ti”
¿Qué por qué me pongo tan trágica de repente?. Ya sabes; forma parte de mi carácter. Paso con demasiada facilidad del blanco al negro. Pero esto no es un juego. Te juro que va en serio y yo estoy muerta de miedo.
¿Sabes?. Yo estaba escuchando la radio de madrugada. El fuerte viento golpeaba con fuerza los cristales y las persianas y me resultaba imposible conciliar el sueño. Los partes meteorológicos se producían con demasiada frecuencia y ya sabes lo que ocurre cuando los medios invitan a la calma repetidas veces, asegurando que no hay ningún motivo para alarmarse. Se prevén fuertes precipitaciones por la parte de Badajoz, así como posibles desbordamientos de algunos ríos pequeños. Esos que durante mucho tiempo han perdido su categoría de arroyo; tan diminutos que incluso un niño podría cruzarlos de un salto.
No podía dormir. Conté ovejas e imagine los miles de jerseys que se podrían hacer con toda la lana. Mientras averiguaba que podría hacer con tantos jerseys, la luz se fue un par de veces. La radio despertador de la mesilla, me indicaba con su parpadeo que había perdido su ritmo y yo no sabía ni qué hora era, con lo que terminaba poniendo de nuevo la radio para averiguarlo y vuelta a los informativos. Los cortes de luz se habían sucedido de forma generalizada y el fuerte viento había arrancado un considerable número de árboles causando grandes destrozos. De nuevo Badajoz cobraba protagonismo por sus lluvias torrenciales. ¡Dios mío, qué angustia ¡Y yo mientras, ¿qué hacía en la cama?. Quería ayudar. Ser útil. Como si me dieran cuerda me vestí deprisa.
Los primeros rayos del amanecer se traslucían débilmente por las rendijas de la persiana, que había sido cerrada casi del todo por motivo del viento. No me apetecía desayunar tan temprano, así que puse en una bolsa un paquete de galletas y una botella de agua para el camino. Eché un vistazo a las cintas de música y recordé que las que a mí me gustan no estaban en el mueble, sino en el coche. Juan Manuel Serrat se había convertido en mi compañero de viaje favorito.
A pesar de la “nochecita”, el coche respondió a la primera y en una hora ya estaba en carretera camino de Badajoz.
Aquí estoy, amor mío, tratando de no desesperar. Yo me disponía a cruzar lo que a mí me parecía una pequeña charca con el coche, pero éste se me caló. Hice lo posible por volverlo a arrancar, pero no sólo no lo conseguí, sino que en menos de un minuto iba comprobando como nos hundíamos sin remedio. He tenido la sensación de que el coche había caído en una enorme masa blanda de barro, como la de un bizcocho antes de hornear. Mi primera intención fue salir como fuera, pero las puertas ya las cubría el barro y no se podían abrir. Cuando veía que ese fantasma marrón empezaba a cubrir los cristales de la ventanilla, no se me ocurrió otra cosa que cerrarlo todo a fin de impedir la entrada. Tranquila. Nani, tranquila. Los nervios no sirven para nada en estos casos.
Cariño. Me hundo. Ya no veo el cielo, sólo el interior de mi coche. Pero no permitiré que el barro me ahogue. Ahora escucho a Serrat. ”Qué va a ser de ti lejos de casa. Nena, qué va a ser de ti” Curioso, ¿no? . Perdona; siempre que Serrat se interponga en nuestra conversación será debido a que he dejado de escribir para serenarme. Cierro los ojos y simplemente escucho su voz. Cojo fuerza de su poesía y de nuevo recurro a ti un poco más serena.
He tenido que encender la luz. Hace rato que no se ve nada. No sé cuanto tiempo estaré aquí; quizás tenga que racionar la luz y encenderla a intervalos para no desesperar. Cerraré los ojos y escucharé de nuevo mi poeta preferido. “Barquito de papel en que lugar desesperado tu añoranza y mi pasado quien sabe donde andará”.
El paquete de galletas está por la mitad. Lo mismo que la botella de agua. Creo que los nervios me han hecho comer sin medida. Lo más sensato será comer una galleta y un sorbo de agua cada hora. ¿No crees que es una buena idea?. Empiezo a sentir un fuerte dolor por aguantar tanto la orina. Quizás no tenga más remedio que hacerlo aquí mismo cuando no pueda más. Dios mío, me duele. Voy a morir como un pajarillo en su jaula de hierro tapizada por dentro. Ahora sí quisiera ser como el gorrión de Serrat que corre y busca su lechuga.
Perdona, de nuevo estoy contigo. Creía que me moría de dolor. Ya he “desaguao”; lo he hecho en la parte de atrás. Al menos mi sitio sigue estando seco. No podría soportar tener los pies permanentemente pisando el “agüita amarilla”.
Ya no tengo galletas ni agua y por si fuera poco se me acaba de romper una cinta. Es como si también Serrat se hubiera cansado de cantar para mí. La verdad es que he abusado un poco. No sé cuantas veces habré puesto el Poema de Amor. “Y allí, en la arena, entre los dos nació este poema. Este pobre poema de amor”. Tiene unos versos que no los canta, sino que los recita, y yo me creo que no estoy sola, porque alguien está hablando muy cerca de mí. A lo mejor no sabías que tenías una novia tan tonta pero... En estos casos me ayuda a no desesperar. Voy a intentar dormir un poco. No quiero mirar el reloj . Ya no tengo que tomar ninguna galleta, no quiero saber si ha pasado una hora o tres. El reloj sólo contribuye a ponerme nerviosa y a decirme con su tic tac implacable cuántas horas llevo aquí. Cuando me hundía lo quité de mi muñeca y me lo guardé en el bolsillo; únicamente lo he consultado cuando tenía hambre, para ver si había transcurrido el tiempo que yo misma me había marcado. Una hora, una galleta y un sorbo de agua.
Creo que esto es el fin. Sólo te tengo a ti. Todo me molesta. Incluido Serrat. Odio sus canciones. Las odio porque me ponen triste: muy triste. “Todo está listo, el agua, el sol y el barro; pero si falta usted no habrá milagro”
Oigo unos golpes en el techo. Creo que me han localizado. Estoy salvada. Te quiero muchísimo. Gracias, Dios mío, y a ti también, Serrat de mi alma.

No hay comentarios: